Jaime Avilés
Tito Penélope era un oscuro futbolista hondureño cuando llegó a México en septiembre de 1972 para reforzar la banca del América de Mixiotepec. Su historia dentro de ese equipo fue breve. Debutó en el penúltimo partido de la temporada, cuando faltaban tres minutos para el silbatazo final.Recibió el balón en la media cancha y burlando a cinco adversarios, entre éstos el portero, metió un displicente gol de taquito y enloqueció a las tribunas. Cuatro días más tarde, cuando el entrenador anunció a la prensa que lo alinearía con el cuadro titular, dos de sus compañeros se pusieron de acuerdo y le fracturaron una rodilla.
Nunca recuperó la flexibilidad de esa pierna. En el América de Mixiotepec, y en muchos otros clubes de la época, era habitual que los viejos lobos de cancha le cerraran el paso con tamaña brutalidad a los novatos que tenían madera de campeones. Si representaban una amenaza para ellos, les metían una zancadilla asesina y los dejaban cojos para siempre. Tito Penélope me contó su desventura hace 20 años, cuando una noche entré a tomar una cerveza en el pequeño bar que poseía en Zacatecas. De hecho, me lo presentó Pedro Valtierra.
Ahora vive en el Distrito Federal. Es un gran aficionado a la improlucha. No se pierde una sola función y aunque en ese espectáculo no hay derecho de apartado, se las ingenia para sentarse invariablemente detrás de la esquina de los rudos. Hace varios jueves, la noche en que la legendaria Uta Matter Kindergarten fue destronada como emperadora de ese deporte y bajó del ring mutilada de las trenzas, Tito Penélope me reconoció entre el gentío, intercambiamos teléfonos y correos electrónicos, y quedamos de vernos para después de Año Nuevo.
Sin embargo, anteayer, después de leer el Desfiladero del sábado pasado (Twitter para principiantes), me llamó para decirme que le urgía hablarme de “cierto asunto” cara a cara y a la máxima brevedad posible. Picado por la curiosidad, lo cité en La Sirena Gris, un comedero de pasta italiana sobre la sección peatonal de la calle de Gante, donde el servicio es tan lento que uno puede pedir la carta y pasarse media hora platicando antes que el mesero la lleve.
“Quiero que me enseñes a tuitear”, fue lo primero que me dijo, no bien nos sentamos. “Estoy armando un rompecabezas y necesito una serie de datos que están en manos de gente que no conozco. Pienso que si entro a Twitter y solicito ayuda, varias personas tendrán ganas de brindármela.”
“¿De qué se trata?”, pregunté, disimulando un bostezo. En estos días duermo poco y mal, y no logro ocultar mi déficit de sueño. Sin darme tiempo a justificar mi descortesía, Tito Penélope me relató el origen de la película que acaba de filmar Antonio Serrano, el mismísimo creador de Hidalgo: la historia jamás contada.
Me dijo que en cuanto Felipe Calderón vio Hidalgo..., quedó cautivado por las actuaciones de Demián Bichir y Ana de la Reguera, así como por el desparpajo que derrocha el padre de la patria lo mismo cuando escenifica una comedia de Molière, cuando se besuquea con una muchacha, cuando asiste a una corrida de toros o cuando filosofa acerca de la justicia y la libertad.
Calderón, me aseguró Tito Penélope, se emocionó tanto con ese Hidalgo tan de carne y hueso, que experimentó una epifanía. Quiero, le dijo a Marina Stavenhaguen, directora del Instituto Nacional de Cinematografía (Imcine), una película sobre Morelos. Si Benito Juárez es el modelo que inspira a Andrés Manuel, el mío es don José María Morelos. Quiero, repitió sin medir sus palabras, que se pongan de inmediato a hacer una película sobre Morelos.
Imposible, contestó Marina Stavenhaguen. Hidalgo costó 60 millones de pesos. Y este año, en Imcine apoyamos el financiamiento de cuatro largometrajes que, en total, no recibirán más de 40 millones de pesos, pues a cada uno le dimos 10 millones, cantidad que equivale a 49 por ciento de lo que requiere la producción; el resto, los directores tienen que conseguirlo con inversionistas particulares. Y hasta ahorita ninguno ha juntado el dinero suficiente para filmar.
Esa conversación debió darse alrededor de julio de este año. Hoy, último día de 2011, las cosas no han cambiado: los cuatro proyectos “apoyados” en teoría por Imcine, disfrutarán de una angustiosa prórroga, que vence el primero de mayo de 2012, para complementar su financiamiento. Y si para entonces no lo logran, tendrán que irse a tocar otras puertas.
Marina Stavenhaguen argumentó, en síntesis, que si frente a tal panorama Imcine se sacaba de la manga una película de 60 millones de pesos, como la de Morelos que de repente se le ocurrió a Calderón, estallaría un escándalo en el gremio de los creadores. Así, pues, al ver que la funcionaria hablaba con toda la razón del mundo, pero obstinado en cumplirse el capricho de llevar a la pantalla grande al autor de Los sentimientos de la nación, el hombrecito de Los Pinos habló con Elisa Salinas, de Tv Azteca, y superó el escollo.
Consuelo Sáizar, directora del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, dio el pizarrazo inicial de la filmación de Morelos el 29 de septiembre pasado, en una casa de Tacubaya. La cinta, cuyo costo asciende en realidad a 65 millones de pesos, es una coproducción de Estudios Churubusco y los gobiernos de siete estados de la República.
El director es Antonio Serrano y los productores ejecutivos son Luis Urquiza, Lourdes García y Dagoberto Gama.
Ahora bien, ¿qué pitos o flautas toca en este concierto Tv Azteca? Este era el punto al que Tito Penélope deseaba arrastrarme. O sea que estábamos, como quien dice, llegando al clímax de la conversación. Fuera de la industria, me confesó, muy pocos saben que Tv Azteca tiene alquilados la mayor parte de los sets de Estudios Churubusco, y no se descarta que, en el fondo, lo que se está cocinando es una privatización.
“Momento”, lo interrumpí. “¿Me estás diciendo que Tv Azteca se va a quedar con los Estudios Churubusco? Pero si acaban de empezar a remodelarlos”. En efecto, concedió Tito Penélope, “los están remodelando igual que la Cineteca Nacional. ¿No te parece un poco sospechoso que se avienten dos obras de ese tamaño, sabiendo que no las podrán terminar en este sexenio?” Me encogí de hombros, pues nunca había pensado en ello, y recordé el motivo de nuestra cita. “¿Para qué quieres que te enseñe a tuitear?” “Algo me dice que en Twitter podré descubrir cuál es el papel que juega en todo esto Fernando Sariñana”, respondió.
“¿Fernando Sariñana, el ex director de Canal 11?”, pregunté titubeante. ¡Sí!, exclamó Tito Penélope, lleno de renovado entusiasmo. “Ahora trabaja en Tv Azteca. ¿Qué es exactamente lo que está haciendo ahí?” “Espérame un momentito”, le supliqué sin modestia. Entré a Twitter, desde mi cuenta personal, @emiajseliva, y lancé la pregunta urbi et orbis. “¿A qué se dedica Fernando Sariñana en Tv Azteca? En menos de cinco minutos @LizbethSalander contestó: “Está haciendo telenovelas”. Y cuando estaba a punto de decírselo a Tito Penélope, llegó otro tuit, éste firmado por @Violetuiter: “¿Telenovelas? No me hagan reír que se me descose la cesárea”. Tito Penélope se pasó la mano por el bigote de morsa que le oculta la boca. “Aquí hay gato encerrado”, refunfuñó, y ustedes y yo nos quedaremos en ascuas... ¡Hasta el próximo sábado!
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